SIN DÍA SIGUIENTE
Asomas tu cuerpo a la luz no poseída,
que llega, como siempre,
cruzándose con los espectros sin manos
atrapados en las paredes rotas.
Corren bajo tus nubes imaginarias
los ecos de las lágrimas no nacidas,
que llenan los claros del dolor.
Cada segundo empujas las dunas cenicientas del miedo,
dejando la huella de tus pisadas sin ruido,
silenciando la sangre del latido amordazado.
Fijas el mundo al suelo para poder guiarte,
sin correr las cortinas de tu vida,
buscando no encontrar la mirada asesina.
En tu alacena sin luz
escondes las especias de tus sueños,
con susurros de pieles apretadas que sucumben al horror.
Ante tus ojos pende el racimo de uvas al que el tiempo
va arrancando una a una,
descubriendo el tétrico esqueleto
que empieza a anunciar la desnudez total.
Seguirán de las vides brotando más racimos,
y más irán perdiendo su abrigo, y más esqueletos irán llegando.
Sientes el miedo en tu destino que se burla de tu inocencia
al creer que puedes guardar las que quedan
para una mesa sin día siguiente.
se desploma la luz
que se deja embadurnar
por la nieve manchada de hollín.
Los ojos blancos
de un tren celestial,
coronan el sueño bravío
de algún perdido Olimpo.
Se atiesan los bucles de desteñido cobre
en la cabeza de Júpiter,
que sacude el azul
con quebrados suspiros de amantísima ira.
Anunciación de somnolientos brillos
en explosiones de tibios lamentos
de la madre Tierra.
cubre el sueño del destino.
La luna, invisible,
ilumina solo la muerte
que arrastra el otoño.
Un broche de esperanzas rotas
cae marchito
a los pies de la noche,
mientras el aire, gris y vacío,
enfría el quejido
de las luces soterradas.
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